El cráneo de Cormorant Island: cuando la pareidolia se hace viral

Una imagen captada desde Google Maps ha provocado un pequeño terremoto en la comunidad de cazadores de misterios digitales. En mitad del océano, frente a la costa de la isla Cormorant, en la Columbia Británica (Canadá), puede verse una formación que, a simple vista, recuerda de forma inquietante a un cráneo humano de proporciones colosales. Dos “ojos” oscuros, una supuesta “boca” abierta, simetría perturbadora. Y con eso bastó: las redes se llenaron de videos en TikTok, hilos en Reddit y capturas compartidas con entusiasmo casi religioso. Algunos hablaban de restos de una civilización perdida. Otros, más osados, de una señal extraterrestre.
Como suele ocurrir con este tipo de hallazgos, el entusiasmo inicial va muy por delante de la evidencia. Nadie ha organizado una expedición para comprobar si lo que aparece en la imagen es una formación geológica, una roca erosionada, o el resultado de algún fallo en la renderización del mapa. Pero eso no detuvo a quienes vieron en esa imagen el hallazgo de su vida. El investigador Scott Waring, habitual en estos rodeos ufológicos, no tardó en sumarse a la fiesta: «No es una roca. Se nota claramente que fue tallado», afirmó sin molestarse en aportar la más mínima prueba.
La explicación más plausible, como era de esperar, no tiene nada que ver con civilizaciones perdidas ni con aliens o deidades nórdicas. Se trata de un caso clásico de pareidolia: el fenómeno por el cual nuestro cerebro tiende a ver patrones familiares en datos ambiguos, especialmente rostros. Es lo mismo que pasa cuando ves una cara en una nube o en la textura de una pared vieja. Aquí, la combinación de sombras marinas, relieves y tal vez algún artefacto de imagen crea una figura que recuerda a un cráneo humano. Y nuestro cerebro hace el resto del trabajo, con entusiasmo.
Además, al consultar el historial de imágenes satelitales en Google Earth, se observa que en fotografías de años anteriores —como las de 2017— el supuesto cráneo no aparece. La forma reconocible solo emerge en las imágenes recientes, lo que sugiere que se trata de una combinación puntual de sombras, corrientes oceánicas y procesamiento digital. El cráneo, en realidad, no está ahí: lo construyen el ángulo, la luz y nuestro deseo de ver lo extraordinario.

Misterios como este tienen una extraña capacidad de replicarse. No porque estén bien fundamentados, sino porque son altamente compartibles. No necesitas leer un artículo académico para opinar. Te basta una captura y una pregunta sugerente: «¿Y si…?». Esa mezcla de intriga visual y narración conspiranoica funciona como gasolina para el algoritmo. Lo que se comparte no es la verdad, sino el asombro. Y cuanto más inverificable, mejor.
Es posible que la formación que aparece en Google Maps sea solo una roca. Es posible que ni siquiera esté allí, y que al cambiar de perspectiva o de fecha de imagen, desaparezca como ocurre con muchas ilusiones satelitales. Lo que está claro es que no hay ninguna fuente fiable que haya confirmado que estamos ante una estructura artificial, ni mucho menos un hallazgo arqueológico. Pero eso da igual, porque en internet la narrativa siempre gana a los hechos.
Mientras tanto, el cráneo sigue ahí, flotando entre píxeles y suposiciones, convertido en emblema de nuestro tiempo: una imagen sacada de contexto, reinterpretada mil veces, inflada de misterio y completamente vacía de pruebas. Y como ocurre con tantos otros misterios digitales, su fuerza no está en lo que es, sino en lo que podría ser si dejáramos que la fantasía ganara el partido. Pero afortunadamente, siempre hay quien prefiere mirar más de cerca. Aunque solo sea para confirmar que, en efecto, seguimos viendo calaveras donde solo hay rocas.
Eroton
31/07/25 03:30
Claro que es una pareidolia, si realmente eso estuviese ahí, hubiesen editado o censurado la imagen porque no quieren que sepamos la verdad.
La más mítica para mí, sigue siendo aquella de la «cara de Marte».
Gracias por el artículo.