La peseta era catalana

Circula por redes sociales una imagen con aires de revelación histórica que afirma que la peseta fue una moneda exclusivamente catalana, impuesta luego al resto de España por presión de la banca europea, debido a que era la única respaldada por una industria productiva. La acompañan dos monedas de 1836 con inscripciones en castellano y un escudo con las cuatro barras. Y para redondear el tono conspiranoico, la imagen remata con un «Això no ho llegireu als llibres d’història espanyols (Esto no lo leeréis en los libros de historia españoles)». Como si la historia fuera un thriller censurado.

Pero vamos por partes. Porque como suele ocurrir con los relatos virales, el interés no está tanto en lo que cuentan, sino en lo que omiten.

Es cierto que en 1836 se acuñaron monedas con el nombre de «peseta» en Barcelona. En plena Primera Guerra Carlista, el Gobierno Provisional de Cataluña, que apoyaba al bando liberal, necesitaba fondos y decidió emitir moneda propia. Se trataba de una medida de urgencia, no de una declaración de soberanía monetaria. De hecho, se acuñaron otras monedas similares en distintas regiones leales a Isabel II, como por ejemplo los reales emitidos en Valencia, los maravedíes de Sevilla o las monedas provisionales de Cádiz, cada una con sus peculiaridades, escudos y denominaciones.

La palabra «peseta» ya circulaba desde el siglo XVIII como una forma coloquial de referirse a una fracción del real de a ocho, algo así como decir «pelas» mucho antes de que durante el franquismo se popularizara su uso cotidiano como sinónimo de dinero en general. Pero no era una moneda nacional ni catalana en sentido moderno.

Lo que sí es oficial es que la peseta se convirtió en la moneda de curso legal en toda España en 1868, tras la Revolución de «La Gloriosa» que derrocó a Isabel II. Fue una decisión del nuevo gobierno provisional, inspirada en el modelo decimal francés y en el deseo de modernizar el sistema monetario. La adopción de la peseta nada tuvo que ver con presiones de la banca europea ni con una supuesta exigencia de rescate. Entre otras cosas, porque el concepto de «rescate» por parte de instituciones financieras internacionales no existía entonces como lo entendemos hoy.

La idea de que la banca europea impuso la peseta porque era la única con respaldo industrial suena bien como relato nacionalista, pero no tiene ningún respaldo documental. Es cierto que Cataluña era en esa época una de las zonas más industrializadas, especialmente en el sector textil. Pero también lo eran Vizcaya en siderurgia, Asturias en minería o Madrid en metalurgia y servicios. Vincular una moneda a la industria de una sola región es como decir que el euro existe gracias a Baviera.

Y finalmente, el remate: «esto no lo leerás en los libros de historia españoles». Pues claro que no, porque los libros serios hablan de hechos, no de fábulas. Esta moneda de 1836 está registrada en catálogos numismáticos y se menciona en estudios académicos sobre el periodo carlista. Pero se presenta como lo que fue: una moneda provisional emitida en un contexto de guerra civil. Ni más, ni menos.

Así que no, la peseta no fue una moneda «solo catalana» impuesta al resto de España por exigencia europea. Fue una moneda que nació oficialmente en 1868, inspirada por la necesidad de modernización del Estado, y que tuvo una larga vida hasta la llegada del euro en 2002. Y si alguien insiste en que fue una imposición de Bruselas en pleno siglo XIX, quizá esté viendo demasiadas series de Netflix y pocas fuentes primarias.

  • Alucino con los desvaríos independentistas, cualquier chorrada la convierten en motivo de enfrentamiento. En realidad si la peseta hubiera sido catalana tampoco habría pasado nada, existió tuvo su propósito y todos tan contentos. Pero eso es como el Cervantes catalán o lo de Cristóbal Colón igualmente catalán.

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  • @ NOSTRAM:
    No te olvides de Halloween, que también proviene, según los indepes, de la cultura catalana. :-D

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  • Duele ver como algo que debería servir para unirnos, como es la cultura tan rica y diversa que tenemos en España, sea usado con fines tan espurios; como si eso a la larga no beneficiase salvo a cuatro gatos a los que, en el fondo, todo ésto «se la trae al pairo».

    Gracias por el artículo.

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