Los ‘bichos’ de Venus y el arte de ver lo que uno quiere ver

Durante las misiones soviéticas Venera a Venus, realizadas entre 1975 y 1982, se obtuvieron las únicas imágenes en color de la superficie de este planeta infernal. En su momento se celebraron como proezas tecnológicas, pero en los últimos años han resurgido bajo una nueva luz: la de las supuestas anomalías. Unos pocos investigadores, encabezados por Leonid Ksanfomality, han afirmado que en estas imágenes se aprecian objetos que cambian de forma, se mueven ligeramente entre fotogramas o presentan una morfología sospechosamente parecida a la de organismos vivos terrestres.
La idea es tan seductora como improbable. Y sin embargo, las afirmaciones están ahí, publicadas incluso en revistas revisadas por pares. El artículo “Objects of Hypothetical Life on Venus at the Venera Landers Sides” (Ksanfomality et al., 2019) recoge en detalle estos hallazgos. Se describen hasta 15 objetos «anómalos», detectados en las panorámicas de las sondas Venera 9, 10, 13 y 14, que recordarían a hongos, lagartos, serpientes o incluso escorpiones.
Uno de los casos más llamativos es el de un supuesto hongo, visible en varias panorámicas de la Venera-13. Se encuentra a apenas 15 o 20 centímetros de la lente, tiene unos 8 cm de diámetro y parece estar elevado unos 3 cm sobre el suelo. Su superficie presenta pliegues radiales y dos puntos oscuros en la parte superior. Su forma recuerda a la de un champiñón clásico. Pero no muestra movimiento alguno durante las dos horas que la cámara estuvo operativa.

Otro ejemplo es la llamada «amisada», una figura que aparece en la Venera-14 y que se interpreta como un ser reptiliano de unos 10-12 cm, similar a un lagarto. Comparando seis panorámicas sucesivas, se afirma que la parte delantera de este objeto cambia ligeramente de posición, desplazándose unos pocos milímetros cada vez. Esto se atribuye a un movimiento deliberado, aunque con una lentitud extrema, más propia de una escena de caza rodada en cámara lenta.

Aquí podéis apreciar el leve movimiento de lo que quiera que sea eso.

La cosa no queda ahí. En la Venera-9 se detecta un objeto bautizado como «Jaggy»: de forma alargada y bordes dentados, se asemejaría a una hoja o a un ave con las alas extendidas. Mide más de un metro y proyecta una sombra visible, lo que sugeriría que está suspendido sobre el suelo. Su contorno radial ha dado pie a todo tipo de especulaciones.

Y para quien aún no se haya bajado del ovni, llega el «escorpión». Aparece en la imagen 6BW de la Venera-13, alrededor del minuto 90 de operación, y desaparece 26 minutos después. Tiene una forma compleja, con simetría bilateral y un cuerpo de unos 15-17 cm. Los autores aseguran que el objeto emergió de una depresión en el suelo provocada por el aterrizaje, y que luego se desplazó fuera del campo de visión.

Las imágenes son reales, y los objetos están ahí. Lo que es cuestionable es la interpretación. Todos los «movimientos» se producen entre tomas separadas por varios minutos, no en vídeo continuo. Las cámaras de las sondas Venera eran escáneres mecánicos de línea, que tardaban más de diez minutos en completar una sola panorámica, con lo que los desplazamientos podrían deberse a artefactos, errores de alineación o incluso diferencias de perspectiva entre la cámara frontal y trasera.
En todo caso, no estamos ante pruebas concluyentes de vida. Pero tampoco ante simples manchas aleatorias sin interés. Lo que hay aquí es una colección de formas inusuales en un paisaje alienígena, cuyas condiciones extremas desafían cualquier analogía terrestre. Ahora bien, estas interpretaciones han sido ampliamente cuestionadas por la comunidad científica. Diversos expertos, como Emily Lakdawalla de The Planetary Society o el físico Mark Bullock del Southwest Research Institute, han señalado que los supuestos «movimientos» pueden explicarse como artefactos del proceso de escaneo, diferencias de iluminación o interferencias durante la transmisión. Como ya mencioné, las imágenes eran obtenidas línea por línea, con tiempos de barrido de hasta 13 minutos por panorama, lo que hace extremadamente difícil distinguir entre un objeto en movimiento real y un efecto provocado por la mecánica del escáner o incluso por el simple ángulo de visión de las dos cámaras montadas en la sonda. Quizá lo más interesante sea justamente eso: que en un entorno sin agua, sin oxígeno y a 460 °C, aún encontremos belleza, misterio y una pizca de controversia, aunque lo más probable sea que los protagonistas de esta historia sean, como mucho, unas piedras bien iluminadas.
Eroton
31/07/25 03:24
Quisiera pensar que cuando se lanzan éste tipo de informaciones tan «peculiares», lo que se busca realmente es reavivar el interés de mandar sondas de superficie al planeta en cuestión.
Si es así, en una de las tomas me ha parecido ver un Alibombo.