Cuando el alarmismo científico puede ser justificado (o no del todo)

Hace unas semanas empezó a circular por redes sociales un informe con un título que suena a película de desastres: el Global Tipping Points Report 2025. Los medios lo compartían con el tono apocalíptico habitual, esas declaraciones categóricas de «ya es tarde» y «hemos cruzado el punto de no retorno» que tanto abundan en internet. Y como siempre que veo ese tipo de afirmaciones rotundas, me puse a investigar qué había detrás. Porque una cosa es la emergencia climática real y otra muy distinta es la desinformación, aunque venga envuelta en lenguaje científico.
Lo primero que descubrí es que este informe no es precisamente un panfleto hecho por cuatro activistas en un garaje. Estamos hablando de 160 científicos de 87 instituciones en 23 países, coordinados por la Universidad de Exeter. Vamos, que las credenciales están ahí. El problema no es la legitimidad del trabajo, sino algo más sutil y preocupante: la diferencia entre lo que dice la ciencia con matices y lo que comunica el informe con certezas.
El informe presenta umbrales de temperatura más bajos que los del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC AR6) para varios puntos de inflexión climáticos. Y aquí viene la afirmación más controvertida: según ellos, los arrecifes de coral ya han cruzado definitivamente su punto de inflexión a los 1.4°C de calentamiento que llevamos acumulados. No «podrían haber cruzado» ni «están en riesgo de cruzar». No. Según el informe, ya lo hicieron, y esto es irreversible.
La situación de los corales es dramática, eso no hay quien lo discuta. Entre 2023 y 2025 hemos vivido el cuarto evento global de blanqueamiento, que ha afectado al 84.4% del área mundial de arrecifes. Es una barbaridad que supera con creces el récord anterior del 68.2% registrado entre 2014 y 2017. La NOAA incluso tuvo que ampliar su escala de alertas de blanqueamiento de los niveles 1-2 a niveles 1-5 porque las condiciones actuales no cabían en su sistema de medición anterior. Es como si tuviéramos que inventar las categorías 6 y 7 para huracanes porque los de categoría 5 se nos han quedado cortos.
Pero aquí está el detalle que hace que la ciencia sea ciencia y no profecía: la declaración de «irreversibilidad» que hace el informe es más definitiva que lo que el consenso científico realmente dice. La literatura científica de 2023-2025 muestra que los corales están en una crisis sin precedentes, sí, pero el término «irreversible» es complicado en ecología. Hay científicos que señalan que, aunque la recuperación sería extraordinariamente difícil y llevaría siglos, no es lo mismo que imposible. La distinción puede parecer académica cuando estás viendo morir arrecifes enteros, pero importa cuando hablamos de comunicación científica honesta.
El informe también presenta umbrales más bajos para otros puntos de inflexión, como el colapso de la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), ese sistema de corrientes oceánicas que mantiene templado el clima europeo. Aquí el debate científico es aún más intenso. Mientras el informe sugiere umbrales relativamente cercanos, estudios de 2025 publicados en revistas de primer nivel como Nature cuestionan algunas de las predicciones más alarmistas sobre un colapso inminente del AMOC. No están diciendo que no haya riesgo, pero sí que los modelos tienen incertidumbres profundas.
En el caso de la Amazonía, las preocupaciones del informe encuentran más respaldo en la literatura reciente. Estudios de 2023-2025 documentan que aproximadamente el 20% de la selva amazónica ya funciona como fuente neta de carbono en lugar de sumidero, especialmente en las zonas más degradadas del este y sureste. Esto no significa que toda la Amazonía esté condenada, pero sí que el proceso de «sabanización» es una amenaza real y documentada, no una especulación.
Lo fascinante y frustrante de todo esto es que el informe hace algo que en ciencia es un equilibrio muy delicado: intenta traducir probabilidades e incertidumbres en mensajes de acción urgente. El problema es que al hacerlo, a veces cruza la línea entre comunicar riesgos reales y presentar escenarios como certezas cuando la ciencia todavía está debatiendo los detalles. Y esto es peligroso por dos razones. Primera, porque cuando las predicciones más alarmistas no se cumplen en los plazos exactos declarados, se erosiona la confianza pública en la ciencia climática en general. Segunda, porque hay tanto ruido de afirmaciones exageradas circulando que cuando llega información realmente sólida, la gente ya está inmunizada al mensaje.
Entonces, ¿qué hacemos con un informe como este? ¿Lo descartamos como alarmismo? Tampoco. La crisis climática es real, los puntos de inflexión existen, y muchas de las preocupaciones del informe están respaldadas por evidencia sólida. Pero necesitamos ser capaces de distinguir entre «esto es muy probable y muy grave» y «esto ya ocurrió y es definitivamente irreversible». La diferencia no es semántica, es fundamental para tomar decisiones informadas.
La verdad es que no necesitamos exagerar la ciencia para justificar la acción urgente sobre el clima. Los datos reales ya son suficientemente preocupantes. Lo que necesitamos es comunicación científica que respete tanto la urgencia de la situación como las incertidumbres inherentes al conocimiento científico. Porque al final, la mentira más peligrosa no es solo la negación del cambio climático, sino también la falsa certeza que nos impide ver los matices donde todavía podemos actuar.