Anomalía del campo magnético o portal al averno

Hay algo flotando sobre Sudamérica que tiene revolucionadas las redes sociales, y no son precisamente las nubes de tormenta. Se llama la Anomalía del Atlántico Sur, y según te fíes de la cuenta de X que sigas, es o bien un fenómeno geofísico perfectamente explicable, o bien la primera grieta en el escudo protector de la Tierra que anuncia el apocalipsis magnético.
La historia arranca en los años cincuenta, cuando los primeros satélites de la NASA empezaron a registrar algo extraño. Sobre el Atlántico Sur, el campo magnético de la Tierra (ese escudo invisible que nos protege de la radiación cósmica como si fuera el caparazón de tortuga más grande del universo) se debilitaba hasta perder un tercio de su fuerza normal. No era un glitch de los instrumentos; era real y medible. Adelantamos a octubre de 2025, y los tres satélites Swarm de la Agencia Espacial Europea nos traen noticias frescas: la anomalía no solo sigue ahí, sino que ha crecido casi un 0.9% de la superficie terrestre desde 2014. Para que te hagas una idea, eso equivale aproximadamente a media Europa continental. Y no es que se esté expandiendo uniformemente como una mancha de aceite; se está partiendo en dos lóbulos, uno sobre Sudamérica que se atenúa ligeramente, y otro al suroeste de África que se profundiza como si alguien estuviera cavando un hoyo en el campo magnético. Su centro, además, se desplaza unos 20 kilómetros al oeste cada año, como un barco fantasma cruzando el océano.
Ahora viene la parte donde las redes sociales echan chispas. En X y diversos foros conspirativos, esta anomalía se ha transformado en todo menos lo que es. Hay hilos que la vinculan con «reinicios electromagnéticos» supuestamente orquestados por élites misteriosas, otros que aseguran que es el preludio de la inversión de polos magnéticos (un evento que efectivamente ocurre cada varios cientos de miles de años) pero reinterpretado como una especie de fin del mundo inminente. Algunos incluso hablan de portales dimensionales, almas succionadas al vacío, y entidades extraterrestres colándose por la grieta. Todo muy cinematográfico, todo muy falso.
Vamos a los hechos reales, que son bastante más interesantes que cualquier teoría conspirativa. Esta «abolladura» magnética nace a unos 3.000 kilómetros bajo nuestros pies, en el núcleo externo de la Tierra, donde el hierro fundido se remueve en corrientes caóticas que generan nuestro campo magnético mediante un proceso que los científicos llaman geodynamo. Bajo el Atlántico Sur hay una zona donde las líneas de campo magnético, en lugar de salir hacia el exterior como hacen normalmente, se curvan hacia adentro y vuelven al núcleo. Es como si el campo magnético estuviera bostezando en esa región. Los investigadores del estudio publicado en Physics of the Earth and Planetary Interiors en octubre de 2025 lo describen con una frase clarificadora: «Normalmente esperaríamos ver líneas de campo magnético saliendo del núcleo en el hemisferio sur, pero bajo la Anomalía del Atlántico Sur vemos áreas inesperadas donde el campo magnético, en lugar de salir del núcleo, vuelve a entrar en él». Estos parches de flujo inverso no son portales al inframundo; son simplemente variaciones naturales en el comportamiento del hierro fundido a miles de kilómetros de profundidad.
¿Y qué pasa con eso de que los polos se van a invertir y nos vamos todos al carajo? Bueno, las inversiones de polos magnéticos son reales y han ocurrido cientos de veces en la historia de la Tierra. En los últimos 83 millones de años ha habido al menos 183 inversiones documentadas, lo que nos da una media de una cada 450.000 años aproximadamente. La última fue hace 780.000 años, así que sí, en teoría podríamos estar acercándonos a otra. Pero aquí viene lo importante: no hay evidencia de que estas inversiones causen extinciones masivas, catástrofes planetarias ni nada por el estilo. Los registros fósiles de periodos anteriores no muestran ningún cambio dramático asociado a las inversiones. Además, cuando ocurre una inversión, el campo magnético no desaparece; se debilita y se vuelve más caótico, con múltiples polos temporales apareciendo en diferentes lugares, pero sigue protegiendo al planeta. Y el proceso toma entre mil y diez mil años, no es que un día te despiertes y tu brújula apunta al sur.
Ahora, ¿tiene consecuencias prácticas esta anomalía? Sí, las tiene, pero son tecnológicas, no apocalípticas. Los satélites que atraviesan la región reciben dosis extra de radiación de los protones atrapados en el cinturón de Van Allen, que en esta zona se acerca más a la Tierra de lo habitual. El telescopio espacial Hubble, por ejemplo, apaga sus detectores ultravioleta cada vez que pasa por la anomalía, lo cual ocurre unas diez veces al día y le hace perder aproximadamente el 15% de su tiempo de observación. En 2007, la red de satélites Globalstar sufrió fallos que se atribuyeron a su paso por esta región. Los ingenieros ya lo tienen en cuenta: apagan equipos sensibles durante el tránsito, ajustan órbitas cuando es posible, y diseñan blindajes adicionales. La Estación Espacial Internacional lleva protección extra precisamente por esto. Los astronautas que atraviesan la zona a veces reportan ver destellos luminosos en su campo visual (fosfenos causados por partículas que rozan la retina) pero no es peligroso para su salud. Para los humanos en tierra firme, el efecto es absolutamente nulo; la radiación extra que podría colarse es insignificante comparada con la que recibes en un vuelo transatlántico.
Chris Finlay, el profesor de geomagnetismo de la Universidad Técnica de Dinamarca que lidera el estudio de Swarm, lo resume perfectamente: cuando intentas entender el campo magnético de la Tierra, es importante recordar que no es simplemente un dipolo, como un imán de barra. Es una estructura compleja que cambia constantemente, y solo teniendo satélites como Swarm podemos mapear completamente esta estructura y verla cambiar en tiempo real. La Agencia Espacial Europea planea mantener la misión Swarm operativa más allá de 2030, lo que nos dará una línea temporal aún más larga para estudiar cómo respira, se estira y se reajusta nuestro escudo magnético.
Así que recuerda que la Tierra ha sobrevivido a cientos de inversiones de polos, la anomalía es solo una variación natural en un sistema dinámico, y los únicos que realmente tienen que preocuparse son los ingenieros de satélites (y ya lo están haciendo). El resto de nosotros podemos seguir con nuestras vidas, sabiendo que el planeta seguirá girando, el campo magnético seguirá protegiendo, y las teorías conspirativas seguirán multiplicándose en las redes sociales, porque aparentemente eso es lo que mejor hacemos como especie además de sobrevivir a extinciones imaginarias.
Eroton
27/10/25 14:31
Pues no me quiero imaginar cuando se enteren que esta anomalía (que ya aparecía en las viejas enciclopedias de los 70 y 80 que tengo en mi casa, ahora de adorno) produce antimateria de forma espontanea, debido a la interacción del cinturón de Van Allen con los rayos cósmicos, no sé qué parida soltarán.
O cuando descubran que, oh sorpresa, nos han estado mintiendo porque las brújulas, en realidad, se alinean con el sur magnético; porque lo que se tiene como norte magnético, a efectos estrictos, es el sur magnético.
Otro problema con el campo magnético terrestre, como es el desplazamiento de éste, lo tienen los aeropuertos, que deben renombrar y repintar las pistas ya que el número de éstas indica su orientación (pista 17 tendría orientación 170º, pista 03 tendría orientación 30º, etc.)
Pero como bien se apunta, ésta «anomalía del Atlántico Sur» (junto con la de Kursk y la de Bangui) se descubrió a finales de los años 50 del sigo XX, lo cual implica que estaría ahí desde quién sabe cuando y, lo que son las cosas, aún estamos aquí.
Muchas gracias por el artículo.