2024 YR4: Riesgo de impacto

Imagina que, en plena preparación para las fiestas navideñas de 2032, un punto en el cielo nocturno comienza a atraer la atención de los astrónomos. No es una estrella fugaz, ni un satélite, ni un fenómeno atmosférico extraño. Es un visitante del espacio profundo que, según los cálculos más recientes, tiene una probabilidad nada despreciable de chocar contra la Tierra. No es el guion de una película de Hollywood. Es la historia real del asteroide 2024 YR4.

El 27 de diciembre de 2024, un telescopio del sistema ATLAS en Chile detectó un objeto en movimiento que, tras ser analizado, resultó ser un asteroide con una trayectoria que lo acercaba peligrosamente a nuestro planeta. Con un diámetro estimado de entre 40 y 90 metros, su impacto no sería una extinción masiva como la que acabó con los dinosaurios, pero sí lo suficientemente destructivo como para arrasar una ciudad entera o generar un tsunami si cayese en el océano.

En un principio, la probabilidad de impacto parecía insignificante. Sin embargo, conforme los astrónomos refinaban sus cálculos y recopilaban más datos sobre su órbita, la cifra fue aumentando. A día de hoy, se estima que hay un 2,4% de posibilidades de que 2024 YR4 colisione con la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Esto significa que aún hay un 97,6% de probabilidades de que pase de largo, pero el riesgo es lo suficientemente alto como para no ignorarlo.

El lugar exacto del posible impacto aún es incierto. Con los datos actuales, los científicos han trazado un «corredor de riesgo», una franja de posibles puntos de colisión que se extiende por varios continentes, estando en riesgo países como Colombia, Venezuela y Guayanas. Si el asteroide entrase en la atmósfera sobre un área densamente poblada, las consecuencias serían catastróficas. Se estima que la energía liberada en la explosión podría ser equivalente a varias bombas nucleares, destruyendo edificios en un radio de varios kilómetros y generando incendios, ondas de choque y escombros que afectarían regiones cercanas. Si impactase en el océano, el riesgo de un tsunami sería elevado, con olas que podrían devastar ciudades costeras.

Ante este escenario, la pregunta que surge es: ¿podemos hacer algo para evitarlo? La respuesta corta es sí. En la última década, la humanidad ha logrado probar con éxito métodos de desviación de asteroides, como la misión DART de la NASA, que en 2022 consiguió alterar la trayectoria de un asteroide al impactarlo con una nave espacial. Sin embargo, desviar un asteroide del tamaño de 2024 YR4 requeriría una planificación meticulosa y, sobre todo, tiempo suficiente para ejecutar una estrategia efectiva.

Las opciones sobre la mesa incluyen misiones cinéticas como DART, explosiones nucleares en el espacio para alterar su curso sin fragmentarlo peligrosamente, o incluso el uso de «tractores gravitacionales», sondas espaciales que podrían acompañar al asteroide y modificar su trayectoria con el tiempo. Pero aquí surge otro problema: si se intenta desviar el asteroide, la nueva trayectoria podría hacer que pase sobre diferentes regiones antes de evitar el impacto. ¿Qué pasaría si el cambio de rumbo pone en riesgo a otro país que antes no estaba en peligro? ¿Quién decidiría qué zona proteger y cuál sacrificar?

Las tensiones geopolíticas podrían ser tan devastadoras como el impacto en sí. India está en la zona de posible impacto y cuenta con capacidad tecnológica para enviar una nave que desvíe el asteroide. Sin embargo, si lo desvía lo suficiente como para que termine impactando en China, un país con el que mantiene tensiones históricas, las consecuencias diplomáticas y estratégicas podrían ser impredecibles. ¿Habría conflictos entre naciones por una decisión mal calculada? ¿Se tomaría una decisión basada en diplomacia o en el poderío tecnológico de ciertas naciones? Son cuestiones que, hasta ahora, solo se han planteado en la ciencia ficción, pero que, con el tiempo, podrían volverse muy reales.

Por ahora, los astrónomos continúan recopilando datos sobre 2024 YR4, y es probable que, con observaciones más precisas, la probabilidad de impacto disminuya. El caso de 2024 YR4 recuerda inevitablemente al asteroide Apophis, que en su momento generó gran alarma debido a su posible impacto en 2029. Con el tiempo y nuevos cálculos, la amenaza se disipó, y hoy sabemos que pasará a una distancia segura. No obstante, Apophis tendrá otra aproximación en 2068, aunque ya no se considera peligroso. Curiosamente, su paso más cercano en 2029 ocurrirá solo unos años antes del encuentro con 2024 YR4, sirviendo como un recordatorio de que estos eventos no son tan raros como parecen y que la vigilancia y preparación siguen siendo clave para la seguridad planetaria.



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