Mensajes secretos en el obelisco de Luxor de París
El obelisco de Luxor preside la parisina Plaza de la Concordia desde 1836, un antiguo monumento egipcio de 23 metros que aún hoy despierta fascinación.
En las últimas semanas, numerosos medios han difundido una historia sorprendente: un egiptólogo francés habría descubierto mensajes jeroglíficos ocultos en las caras del histórico obelisco de Luxor, en París. Según la narrativa que circula en portales de misterio, tabloides y hasta periódicos de renombre, el monumento esconde “criptojeroglíficos” –inscripciones cifradas invisibles a primera vista– que habrían permanecido desapercibidos durante 3.300 años. Estos mensajes secretos, supuestamente grabados bajo el mandato del faraón Ramsés II, se habrían revelado durante recientes trabajos de restauración por las Olimpiadas de 2024. A continuación, examinaremos primero qué dice esta versión sensacionalista de los hechos (incluyendo una breve historia del obelisco), para luego contrastarla con un análisis crítico desde la egiptología.
El obelisco de Luxor fue originalmente erigido hacia 1300 a. C. a la entrada del Templo de Amón en Tebas (Luxor), bajo el reinado de Ramsés II. Formaba pareja con un segundo obelisco gemelo que aún permanece en Egipto. A inicios del siglo XIX, este monumental bloque de granito viajó desde las arenas egipcias hasta Europa: en 1828 el virrey de Egipto, Mehmet Alí, donó uno de los obeliscos a Francia, durante el reinado de Luis Felipe. Seis años más tarde, en 1836, la aguja fue finalmente instalada en la Plaza de la Concordia de París, donde se convirtió en el objeto más antiguo de la capital francesa. (El intercambio diplomático fue cuanto menos pintoresco: a cambio del obelisco, Francia obsequió a Egipto un reloj de cobre para la mezquita de Mehmet Alí en El Cairo. Un trato que aún hoy provoca sonrisas incómodas entre historiadores). Desde entonces, la columna ha sido testigo de casi dos siglos de historia parisina. Nada hacía sospechar que aún guardara secretos sin descifrar… hasta que un atento especialista decidió mirarla con otros ojos.
Según la prensa, el encargado de destapar el misterio ha sido Jean-Guillaume Olette-Pelletier, egiptólogo y profesor en la Universidad de la Sorbona y el Instituto Católico de París. Durante el confinamiento de 2020, Olette-Pelletier solía pasear por la ciudad y detenerse a contemplar el obelisco –el único vestigio faraónico a un kilómetro a la redonda– como distracción erudita. En esos ratos de observación notó cierta anomalía: la orientación de algunos jeroglíficos parecía señalar hacia la entrada del pórtico del santuario de Luxor. Intrigado, volvió armado con binoculares y empezó a sospechar que el monolito contenía mensajes superpuestos, grabados de forma sutil dentro de otros jeroglíficos. Confirmar esta teoría no era sencillo: muchas inscripciones talladas en lo alto, a casi 30 metros de altura, resultaban ilegibles desde el suelo. La oportunidad llegó en 2021, cuando el monumento fue rodeado de andamios para su restauración. Con permiso especial, el egiptólogo escaló hasta la cúspide y examinó centímetro a centímetro las antiguas inscripciones. Lo que descubrió allí arriba dejaría atónitos a más de uno.
Criptojeroglíficos: la narrativa de los mensajes ocultos de Ramsés II
De acuerdo con los reportes difundidos, Olette-Pelletier logró identificar siete inscripciones ocultas distribuidas en las distintas caras del obelisco. Estos mensajes habrían sido diseñados como una forma de comunicación privilegiada para la élite egipcia. En palabras del investigador, estos mensajes son una forma de propaganda en favor del faraón Ramsés II, y estaban destinados a reforzar su autoridad divina ante los nobles y altos sacerdotes.
Lo novedoso es que tales textos no son visibles a simple vista: están disimulados entre los jeroglíficos convencionales mediante una técnica ancestral llamada criptojeroglíficos. Este recurso consistía en esconder palabras o frases completas dentro de las decoraciones normales, a veces leyendo ciertos signos de manera inusual o combinando figuras distintas. En el Antiguo Egipto, muchos podían leer los jeroglíficos literales, pero solo una élite educada captaba estos mensajes ocultos, considerados un «lenguaje de dioses».
¿Cómo se ven en la práctica estos mensajes? Olette-Pelletier explicó algunos ejemplos. Bajo una representación del dios Amón, descubrió discretamente un símbolo de mesa de ofrendas. Al leerse en conjunto, las figuras componían una frase: “[esta es] una ofrenda que el rey entrega al dios Amón”. En otra cara, la posición de las manos extendidas de Ramsés y la línea de su cuerpo forman los signos de “hacer” y “rey”, componiendo: “que el rey haga un sacrificio a Amón”. Para descifrarlos es necesario caminar en torno al monumento y observar desde ángulos muy precisos, conectando símbolos que están separados en distintas caras.
Uno de los pasajes ocultos más destacados habría estado dirigido a quienes llegaban en barco por el Nilo. La cara oeste del obelisco (hoy mirando al río Sena) miraba originalmente hacia el Nilo y contenía un criptograma solo visible desde un ángulo de 45 grados, el mismo desde el cual los visitantes en barca se aproximaban durante las fiestas. Otra inscripción combinada muestra unas astas de toro en la corona de Ramsés, representando el ka o fuerza vital, y un pequeño rectángulo que indica «aplacar», componiendo la frase “apaciguar la fuerza vital del ka de Amón”.
En conjunto, los siete textos exaltan las victorias militares de Ramsés, la longevidad de su reinado y su vínculo íntimo con los dioses. En suma, propaganda real grabada en piedra: la firma personal de Ramsés “El Grande”.
Análisis crítico: ¿descubrimiento revolucionario o jeroglíficos rebuscados?
Ahora bien, ¿qué hay de verdad en todo esto? Para empezar, conviene aclarar que la existencia de jeroglíficos criptográficos no es una idea nueva. Desde mediados del siglo XX, los egiptólogos saben que los antiguos escribas usaban técnicas de codificación simbólica en inscripciones religiosas y reales. Este fenómeno, llamado “criptografía monumental”, formaba parte del repertorio artístico habitual en el Imperio Nuevo, y especialmente durante el reinado de Ramsés II.
Por tanto, el hecho de encontrar criptojeroglíficos en el obelisco de Luxor no debería sorprendernos. De hecho, sería más raro que no los hubiera. Lo que sí es novedoso es haberlos detectado en un monumento que lleva casi dos siglos expuesto al público en París sin que nadie los advirtiera antes. Pero aquí el contexto es importante: la altura del obelisco y su desgaste natural dificultaban enormemente un análisis detallado. Olette-Pelletier fue el primer especialista moderno en acceder a la parte alta del monumento gracias a los andamios de restauración, lo que abrió una nueva ventana de observación.
Dicho esto, los mensajes descifrados no cambian sustancialmente lo que ya sabíamos de Ramsés II: refuerzan su imagen de rey victorioso y protegido por los dioses, algo bien conocido desde otras fuentes. Los criptojeroglíficos son un matiz, un detalle de filigrana, no una revelación que ponga patas arriba nuestra comprensión de la época.
En resumen: el descubrimiento es fascinante desde el punto de vista del arte y de la escritura jeroglífica, pero no tiene nada de misterioso ni esotérico. Más que mensajes «secretos», lo que han salido a la luz son refinados juegos visuales pensados para una élite culta… que ahora, gracias al tesón de un egiptólogo curioso, todos podemos disfrutar.