Una burbuja, mil teorías: el extraño saludo de las ballenas

Cuentan los testigos que, en alta mar, a veces una ballena jorobada se acerca, da una última sacudida a su aleta y, de pronto, escupe una burbuja perfecta que se expande formando un anillo casi hipnótico. A quienes lo ven les gusta imaginar que es una especie de saludo: un “hola” húmedo y fugaz que emerge del espiráculo de uno de los gigantes más inteligentes del océano.

Esta semana, varios medios se han hecho eco de un estudio publicado en Marine Mammal Science por investigadores del SETI Institute y la Universidad de California, Davis. El hallazgo es sencillo de describir pero tentador en sus implicaciones: un pequeño grupo de ballenas jorobadas ha sido observado creando anillos de burbujas justo cuando se acercan a barcos o bañistas. En 9 de los 12 casos documentados, la presencia humana parecía detonar este inesperado espectáculo.

¿Estamos ante una forma de saludo deliberado? ¿O simplemente ante otro ejemplo del complejo repertorio de juegos y exploraciones de estos cetáceos? En palabras de Fred Sharpe, coautor del estudio, estos anillos son “símbolos efímeros salidos de su espiráculo”, casi como un grafiti subacuático que dura apenas unos segundos antes de desvanecerse. Resulta casi poético pensar que, mientras buscamos señales de civilizaciones lejanas, podamos estar ignorando un tímido intento de contacto justo en nuestra propia costa.

Ahora bien, conviene no caer en el romanticismo sin pruebas sólidas. Las ballenas utilizan burbujas de forma habitual para cazar, para cortejar o incluso para jugar entre ellas. Crear anillos perfectos podría ser, en parte, una demostración de habilidad motora, un pasatiempo elegante o una estrategia para atraer miradas curiosas… tanto de humanos como de otras ballenas. De hecho, en 3 de los casos los anillos se formaron aunque no hubiera testigos humanos cerca, lo que relativiza la hipótesis de un “mensaje” exclusivo para nosotros.

La cuestión fascinante es que esta conducta añade un dato más a la complejísima inteligencia de las ballenas: una mente capaz de fabricar herramientas de aire, de usar su propio aliento como pincel y de repetirlo justo cuando detecta algo interesante cerca, como un barco cargado de humanos extasiados cámara en mano.

Por supuesto, entre tanto anillo burbujeante y tanto titular sensacionalista, conviene guardar un mínimo de escepticismo. El artículo no afirma de forma tajante que estos cetáceos se estén comunicando con nosotros. Lo que sí defiende es que podrían estar explorando una forma visual de interacción que, de confirmarse, nos obligaría a repensar hasta dónde llega la frontera de la comunicación interespecies.

En última instancia, la moraleja es doble: primero, que nuestro planeta aún guarda comportamientos que parecen salidos de un cuento de ciencia ficción; segundo, que quizás no hace falta mirar a las estrellas para encontrar inteligencia ajena a la nuestra. A veces basta con un espiráculo, un buen pulmón y un anillo de burbujas que flota, se expande y desaparece, dejándonos con la incómoda pregunta: ¿estaremos sabiendo escuchar?



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