Explosión en Starbase

En estos últimos meses, los entusiastas del espacio que seguimos cada actividad que se produce en Boca Chica hemos sido testigos de una racha de noticias dignas de guion de serie de humor negro: SpaceX, la empresa de Elon Musk que promete llevarnos a Marte antes de que termine esta década, acumula una cadena de explosiones, fugas, piezas retorcidas y quejas de exempleados. Todo esto se explica por la estrategia de innovación rápida y la filosofía de aprendizaje constante que defiende SpaceX.

La versión oficial es que cada chasco es en realidad un escalón hacia la dominación interplanetaria. El cohete Starship, que Musk presenta como la nave que colonizará Marte y bajará el precio de poner satélites en órbita hasta que lo pueda pagar prácticamente cualquiera, ha protagonizado cuatro fallos notables solo en lo que va de 2025. El último episodio, digno de un corto de animación, ocurrió hace apenas unas horas: la Ship 36 estalló en plena prueba estática, generando una bola de fuego que iluminó la costa texana.

Pero lo realmente interesante no son solo las explosiones. Entre fallo y fallo, se ha colado un coro de voces disonantes: exempleados que, cansados de ser héroes anónimos, han decidido contar a la prensa lo que se cuece dentro de la fábrica de cohetes. Las denuncias varían en forma, pero coinciden en el fondo: jornadas interminables, prisas que ponen en riesgo la seguridad y un ambiente de trabajo que algunos describen como el patio de recreo de un capataz con complejo de emperador romano. Por si fuera poco, hay expedientes de lesiones laborales que harían ruborizar a una mina del siglo XIX: fracturas de cráneo, amputaciones, descargas eléctricas…

Elon Musk, siempre rápido de reflejos, mantiene su mantra: iterar rápido, fallar barato y mejorar sobre los escombros humeantes. Hasta cierto punto, la estrategia tiene lógica en la ingeniería de prototipos. Lo curioso es comprobar hasta dónde puede llegar la elasticidad de los inversores y de las autoridades de seguridad. Por ahora, la FAA sigue autorizando lanzamientos y la base de Boca Chica —rebautizada por la comunidad como Starbase— se rehace tras cada detonación improvisada. El vecindario ya se lo toma como parte del paisaje: un día hay tortugas marinas, al siguiente, un cráter donde antes estaba la plataforma de lanzamiento.

Mientras tanto, los tribunales de trabajo en California y Texas acumulan demandas de ingenieros que alegan represalias tras quejarse por el ambiente laboral tóxico. Y no hablamos de un par de despidos mal gestionados: algunos casos incluyen amenazas veladas y presiones para firmar acuerdos de confidencialidad. Ironías de la vida: la empresa que sueña con colonias en Marte parece tener problemas para mantener satisfechos a sus propios pioneros en la Tierra. La verdad es que Musk es un tipo perseverante y con determinación en todas sus empresas. Pero quizá no sea la persona ideal para tenerla como jefe.  Veremos cómo encaja este nuevo revés y qué medidas toma SpaceX para que esta serie de fracasos llegue a su fin.



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