La esfera de Buga

Durante décadas, los entusiastas del misterio han soñado con hallar una prueba tangible de inteligencia no humana. Un objeto, una máquina, un artefacto que descoloque a los científicos y obligue a reescribir los libros de historia. En 2025, desde los campos de Buga, Colombia, se proclamó que ese momento había llegado. Una esfera metálica, supuestamente flotante, grabada con símbolos indescifrables, fue presentada como posible evidencia de tecnología extraterrestre. Pero cuando uno rasca la superficie —nunca mejor dicho— lo que hay debajo es otra historia muy distinta.

Todo comienza con un par de vídeos grabados por testigos anónimos que muestran una esfera de unos 50 centímetros suspendida en el aire, emitiendo luces, moviéndose de forma que sugiere algún tipo de control invisible. En uno de ellos, alguien con camiseta amarilla la recoge con las manos. Días después, se afirma que la esfera chocó con un cable de alta tensión, quedó dañada, y cayó suavemente al suelo. El primer testigo que la recogió experimentó, dicen, vómitos, diarrea, pérdida de huellas dactilares y un miedo cerval. En un giro digno de realismo mágico, la esfera fue entonces entregada a David Vélez, empresario local y entusiasta de los metales, que la acogió como si de un meteorito de los dioses se tratase.

Atrapan una Esfera Voladora Caída del Cielo - ESFERA DE BUGA

A partir de ahí, la historia da un salto cualitativo. Vélez lleva la esfera a su empresa, Germany Company, donde afirma haber realizado pruebas preliminares. Un radiólogo supuestamente identifica 16 esferas internas alrededor de un núcleo central. La esfera pesa 10 kilos pero, al parecer, al principio era ligerísima, como si levitara. Su superficie tiene grabados geométricos misteriosos, algunos sugieren que podrían ser un idioma desconocido. Y no acaba ahí: cuando la sumergen en agua, “evapora el agua” pero sigue estando fría. ¡Magia!

Entra en escena Jaime Maussan, eterno cruzado del misterio, quien viaja a Colombia, se enamora del objeto y se lo lleva a México. Allí declara que estamos ante uno de los mayores descubrimientos de la historia. Se habla de circuitos internos, propiedades térmicas imposibles, dureza superior a cualquier aleación comercial. Se promete una investigación científica rigurosa, y se piden a los críticos paciencia, fe, y ojalá algo de dinero.

Pero a poco que uno afile el bisturí del escepticismo, las costuras se notan. Empecemos por los vídeos. Son fragmentarios, de baja calidad, y con cortes sospechosos. No hay una toma continua del objeto descendiendo y siendo recogido. La hipótesis de un globo metálico, un dron o incluso una esfera suspendida con hilos es, francamente, mucho más probable que la de un mecanismo antigravitatorio alienígena que, por alguna razón, aterriza en Buga.

El cambio de peso de la esfera tampoco es creíble. Pasar de 2 a 10 kilos según el contexto suena más a relato adornado que a medición precisa. Los efectos térmicos que se describen (evaporar agua estando fría) contravienen principios básicos de la termodinámica. O bien la esfera estaba caliente y alguien mintió al tocarla, o bien el vapor fue interpretado erróneamente (por ejemplo, al verter agua sobre metal caliente o sobre una sustancia química). Tras revisar el vídeo, el supuesto vapor no se comporta como tal: no asciende de manera espontánea ni surge violentamente como lo haría el vapor de agua caliente. Más bien parece una exhalación de humo denso y lento, como el que podría producir una persona al fumar cerca de la esfera y soplar el humo por debajo. Esto sugiere que podría tratarse de un truco visual deliberado, más cercano a un efecto escénico que a un fenómeno físico inexplicable.

Los grabados exóticos resultan ser demasiado poco exóticos. Figuras geométricas, líneas con aspecto de circuito impreso, nada que no pueda fabricar un artista con una Dremel, y además sin mucha maña, ya que están hechas de manera un poco chapucera. Y resulta que David Vélez, oh sorpresa, es también artista. Las 16 microesferas vistas en la radiografía pueden encontrarse en muchos dispositivos humanos: desde instrumentos de calibración hasta esculturas cinéticas. También se ha mencionado la presencia de lo que parecen ser fibras ópticas o filamentos incrustados en el hemisferio inferior de la esfera, algo que ha sido presentado como posible prueba de una función tecnológica avanzada. Sin embargo, estas estructuras no han sido examinadas por ningún laboratorio independiente y bien podrían tratarse de simples cables decorativos, residuos de fabricación o añadidos posteriores para aumentar el halo de misterio del objeto. En el contexto artístico o escenográfico, no sería extraño encontrar este tipo de materiales simulando complejidad técnica.

¿Y la aleación indestructible? Se menciona una dureza de 330 sin especificar escala. No hay informe publicado, ni laboratorio que se haya hecho responsable de ese dato. Podría ser una exageración o una confusión. Hay muchas aleaciones duras, incluso de aluminio, pero ninguna que viole las leyes de la física. La ausencia total de magnetismo y radiación también apunta a que estamos ante un objeto ordinario.

Finalmente, el contexto es importante. La esfera pasa de un campesino con diarrea a un empresario-artista, y de ahí a Maussan, un hombre con un historial más largo de fraudes que de aciertos. El caso recuerda demasiado a otros artefactos misteriosos que acabaron siendo piezas industriales o campañas de marketing. La esfera de Buga, con sus inscripciones misteriosas, su diseño elegante y su historia de transmigración, huele más a montaje que a milagro tecnológico. Pero claro, eso no da visitas en YouTube.

La ciencia no necesita de esferas caídas del cielo para avanzar. Y cuando algo parece demasiado bueno para ser cierto, casi siempre lo es, y si está de por medio Bausán, todas las dudas se disipan: es un fraude. En el caso de la esfera de Buga, lo que tenemos no es una prueba de civilizaciones extraterrestres, sino una confirmación de algo mucho más humano: la eterna capacidad de contar historias fascinantes, aunque sean mentira. Que la llama del misterio (y los ingresos bancarios asociados), no decaiga.

  • ¿Pero Jaime Maussan todavía vive? ¿Qué edad tiene? A ver si el extraterrestre va a ser el.

  • Buen artículo, otra vez, la ausencia de pruebas y evidencias científicas, o claros indicios objetivos en cuanto a los datos expresados, quedan sólo para determinar que es un fraude.



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