Los filtros de Sócrates

En tiempos en los que la información circula a una velocidad vertiginosa y las redes sociales se han convertido en el escenario principal de nuestras conversaciones, resulta refrescante recordar que la sabiduría no es un invento moderno. Hace más de dos mil años, ya existían doctrinas que promovían una comunicación más reflexiva, más responsable y, sobre todo, más humana. Una de ellas es la conocida como la doctrina de los tres filtros de Sócrates.

Se cuenta que un día, un conocido se acercó al filósofo para contarle algo sobre otro hombre. Antes de permitirle hablar, Sócrates lo detuvo y le propuso someter la información a tres filtros. «Antes de contarme nada», dijo, «quiero que lo pases por tres pruebas. La primera era la verdad: ¿Estás seguro de que eso que me vas a decir es cierto? La segunda, la bondad: ¿Es algo bueno? Y la tercera, la utilidad: ¿Es útil que yo lo sepa?». Si no pasaba estas tres condiciones, el sabio ateniense no quería escucharlo.

Esta historia ha sido contada una y otra vez como ejemplo de integridad y prudencia. Es importante aclarar, sin embargo, que no existe evidencia documental de que estas palabras salieran realmente de la boca de Sócrates. Ninguno de sus discípulos más cercanos, como Platón o Jenofonte, la registraron en sus obras. Probablemente se trate de una enseñanza atribuida posteriormente, como tantas otras que se han envuelto en el aura de los grandes pensadores de la antigüedad.

Pero aunque su autoría no esté confirmada, el valor del mensaje es tan profundo que merece la pena traerlo de nuevo a colación. En un mundo donde muchas veces se confunde libertad de expresión con derecho al insulto, donde se viraliza antes una mentira escandalosa que una verdad matizada, recordar los tres filtros de Sócrates puede ser un acto de rebeldía consciente.

No se trata de censura, sino de responsabilidad. Preguntarse si lo que vamos a decir es cierto, si aporta algo positivo, o si al menos es útil, puede ayudarnos a construir una conversación más justa y menos ruidosa. Tal vez la verdadera sabiduría no esté en saber mucho, sino en saber cuándo es mejor callar.



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