¿Podemos volar al planeta 9?
En la vasta extensión del Sistema Solar, más allá de la órbita de Neptuno, yace una región conocida como el cinturón de Kuiper, hogar de numerosos objetos transneptunianos. Durante años, los astrónomos han observado anomalías en las órbitas de estos objetos, desviaciones que no pueden explicarse únicamente por la influencia gravitacional de los planetas conocidos.
Esta curiosa observación ha llevado a muchos a especular sobre la existencia de un noveno planeta, un objeto masivo y misterioso conocido como Planeta 9 o, en épocas pasadas, Planeta X.
La idea del Planeta X no es nueva. Surgió a principios del siglo XX cuando los astrónomos notaron perturbaciones en las órbitas de Urano y Neptuno. Se pensaba que estas perturbaciones eran causadas por un planeta aún no descubierto. Sin embargo, la búsqueda de este supuesto planeta, que a veces se denominaba Planeta X, no fue fructífera, y la teoría perdió fuerza con el descubrimiento de Plutón y la comprensión de que las masas de Urano y Neptuno estaban mal calculadas.
El nombre «Planeta X» adquirió un aire de misterio y especulación, y a lo largo de las décadas, varias observaciones y cálculos revivieron la hipótesis de su existencia.
En 2016, los astrónomos Konstantin Batygin y Michael Brown reavivaron el interés en el Planeta 9 con un estudio que proponía su existencia basándose en las órbitas agrupadas de seis objetos transneptunianos extremos. Sus simulaciones sugerían que estas órbitas podrían ser explicadas por la presencia de un objeto masivo, con una masa de entre 5 y 10 veces la de la Tierra, ubicado entre 400 y 800 unidades astronómicas (UA) del Sol. Este estudio proporcionó una base teórica sólida que revitalizó la búsqueda del esquivo Planeta 9.
El reciente estudio «Can We Fly to Planet 9?» profundiza en esta búsqueda, evaluando la posibilidad de enviar una misión para explorar este misterioso objeto. Los científicos consideran diversas tecnologías de propulsión, desde propulsión iónica hasta velas solares, para superar el vasto vacío entre nosotros y este hipotético planeta. Uno de los aspectos más fascinantes de este estudio es la consideración de que el Planeta 9 podría no ser un planeta en absoluto, sino un agujero negro primordial. Esta teoría, aunque audaz, podría explicar por qué este objeto ha sido tan difícil de detectar a pesar de sus efectos gravitacionales significativos.
Un agujero negro primordial es una hipotética forma de agujero negro que se habría formado en el universo temprano, poco después del Big Bang, debido a densas fluctuaciones de materia. A diferencia de los agujeros negros estelares, que se forman a partir del colapso de estrellas masivas, los agujeros negros primordiales podrían tener una amplia gama de tamaños y masas, desde una fracción de gramo hasta miles de veces la masa del Sol. La teoría de que el Planeta 9 podría ser un agujero negro primordial surge de la dificultad para detectarlo visualmente, ya que estos agujeros negros no emiten luz. Sin embargo, su presencia se puede inferir a través de sus efectos gravitacionales en los objetos circundantes. Si bien la existencia de un agujero negro primordial en los confines del Sistema Solar suena alarmante, su distancia y comportamiento lo harían inofensivo para la Tierra. Su influencia gravitacional es significativa solo en su entorno inmediato, y a cientos de unidades astronómicas de distancia, no representa una amenaza directa para nuestro planeta.
La existencia de este cuerpo tiene implicaciones trascendentales para nuestra comprensión del Sistema Solar. No solo podría resolver las anomalías observadas en las órbitas de los objetos transneptunianos, sino que también podría proporcionar pistas sobre la formación y evolución del Sistema Solar exterior. Si el Planeta 9 resultara ser un agujero negro primordial, esto abriría una nueva ventana a la física y cosmología, ofreciendo una rara oportunidad de estudiar un tipo de objeto que se cree que se formó poco después del Big Bang.
La exploración de Planeta 9, ya sea a través de observaciones telescópicas avanzadas o futuras misiones espaciales, promete revolucionar nuestra comprensión del cosmos y desentrañar uno de los misterios más intrigantes del Sistema Solar. La búsqueda continúa, impulsada por la curiosidad humana y el deseo de comprender los confines de nuestro vecindario cósmico.