Fin del mundo en 30 años
Un estudio publicado por Ian Dunlop y David Spratt, vaticina el fin de la humanidad antes del año 2050, ocasionado por el cambio climático en el que nos vemos inmersos.
En el documento se afirma que la mayoría de las proyecciones climáticas son optimistas, y que no tienen en cuenta las retroalimentaciones desencadenadas por el efecto invernadero. Así, cuando el hielo antártico se haya derretido completamente, el albedo de la Tierra aumentará provocando un mayor calentamiento. O que los arrecifes de coral y los bosques amazónicos desaparecerán, disminuyendo la capacidad de absorción de CO2 del planeta.
En el estudio se estima que para el año 2050, el incremento neto de la temperatura del planeta será de 3º, pero incluso podría ser mayor (entre 3,5 y 4º). Un incremento de 3º sería catastrófico, obligando a miles de millones de personas a reubicarse. Esto provocaría una presión migratoria incontenible que desencadenaría guerras, en las que podrían incluso usarse armas nucleares.
El acceso al agua potable sería complicado en extensas zonas geográficas. Las temperaturas provocarían la expansión de epidemias y la aparición de nuevas enfermedades. No será el fin de la humanidad, pero sí el fin de la civilización actual.
Ahora bien, ¿cómo debemos entender este documento? ¿Tenemos que prepararnos para un suicidio sin dolor antes de 30 años y ahorrarnos ver semejante catástrofe? Esperemos un poco.
El estudio lo ha publicado el Breakthrough – National Centre for Climate Restoration (NCCR), un centro privado independiente (think-tank) fundado en 2014 en Melburne (Australia) con el objetivo de “desarrollar un liderazgo de pensamiento crítico para influir en el debate nacional sobre el clima y la formulación de políticas” para afrontar la actual crisis climática global.
El NCCR ha publicado en los últimos años diversos estudios sobre los efectos del cambio climático, todos ellos con elevadas dosis de crítica dirigida principalmente a los poderes políticos, a los que considera indolentes ante la crisis actual.
Toda la línea de artículos publicados por el NCCR son extremadamente alarmistas, con el objetivo de movilizar a la opinión pública para que presione a los gobiernos para acelerar la reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera.
El propio Ian Dunlop lo reconocía en una entrevista concedida hace unos días: «Necesitamos un poco de alarmismo. Necesitamos repensar la manera en la que la humanidad pueda sobrevivir«.
Entonces, ¿es esto algo de lo que nos podemos olvidar? No. Pero las cosas no tienen por qué ocurrir como se plantean en el estudio.
Los estados (salvo alguna excepción) tienen ya un plan de reducción de emisiones que se está cumpliendo (aunque sea en parte). Además el grado de concienciación de las personas es alto, con lo que se reúnen todas las premisas para que se puedan tomar acciones para revertir el proceso.
Recordemos que hace unas décadas otra amenaza se cernía sobre la humanidad. La desaparición de la capa de ozono provocada por los CFC de los espráis. La industria reaccionó y el problema dejó de ser acuciante. Es cierto que no es tan fácil sustituir un propelente de un aerosol como una fuente de energía tan extendida como los hidrocarburos, pero el ser humano lo conseguirá. Le va la subsistencia en ello.
Pero en última instancia, si no conseguimos limitar el incremento de las temperaturas en unos valores asumibles, podemos utilizar la ciencia, concretamente la geoingeniería. Para compensar los efectos del efecto invernadero, deberíamos de bloquear en torno a un 2% de la radiación que nos llega desde el sol. Esto se podría conseguir colocando una «sombrilla» entre nosotros y nuestra estrella. ¿Y dónde?
Alrededor de nuestro planeta existen varios puntos gravitacionalmente estables, en los que la fuerza gravitatoria de la Tierra y el Sol se neutralizan. Son por lo tanto puntos ideales para dejar algo allí y que no necesite propulsión para mantenerse en el mismo punto. El candidato para colocar la sombrilla es el L1.
Para reducir un 2% la radiación que llega a la Tierra, la sombrilla tendría que tener una superficie de 4,5 millones de Km cuadrados. Necesitaríamos mucha tela, desde luego, pero existen otras posibilidades como la que propone la Universidad de Arizona: liberar en el L1 miles de millones de discos de unos 30 cm de diámetro que provocarían un efecto similar.
El coste sería enorme, desde luego, pero ¿cuál sería el coste de no hacerlo?
Elmer Homero
15/07/19 04:27
Ademas de lo que dice Mezcalero, hay otro punto: Gran parte de las emisiones de co2 son provocadas por los automóviles que queman petroleo, el cual tampoco es eterno y se estima dure un par de décadas más. Ya se inició la investigación y la puesta a punto de los vehículos eléctricos, los cuales de momento son inútiles y aún más contaminantes, pero se ha iniciado el camino que no va a parar. Esto desde luego en el supuesto que el fenómeno sea causado por el hombre, si se trata de uno de los cambios climáticos usuales en el planeta (como el que extinguió a los mamuts y otros grandes) de cualquier forma no hay mucho que se pueda hacer
Javi
18/07/19 21:54
El albedo es la reflectividad de una superficie. Si se derrite el hielo antártico, el albedo disminuirá, no aumentará.
Javi
18/07/19 21:58
Mescalero dijo:
Que curioso que además de ser un ultraderechista, racista, xenófobo y ultranacionalista, seas un negacionista climático. Eres una joyita.
¿Por qué no me sorprende?
Javi
18/07/19 22:00
Elmer Homero dijo:
Eso de dos décadas, habrá que ver de dónde lo sacas, igual que, si fuera cierto, de dónde sacas que podemos seguir 20 años a este ritmo.