No decimos que sean extraterrestres… pero SETI tampoco los descarta

Cuando uno piensa en señales provenientes del espacio profundo, suele imaginar pitidos de radio enigmáticos o destellos de energía lejanos que desaparecen antes de que podamos entenderlos. Esta vez, sin embargo, lo que ha captado la atención de la comunidad astronómica no es una transmisión de radio, sino algo más inesperado: dos pulsos de luz casi idénticos detectados en una estrella parecida al Sol, situada a unos 100 años luz de nosotros. La estrella en cuestión se llama HD 89389, y lo que emitió ha dejado a más de un astrofísico rascándose la cabeza.

La detección se produjo en mayo de 2023 durante una campaña de observación del proyecto SETI óptico, a cargo de Richard H. Stanton, un ingeniero retirado de la NASA que lleva años escudriñando el firmamento desde un observatorio privado en California. Utilizando un telescopio de 76 cm equipado con un fotómetro de alta velocidad, Stanton registró dos picos de luz muy breves, separados por 4,4 segundos, con un comportamiento llamativamente similar: un aumento leve de brillo, seguido de una caída abrupta de hasta el 25%, y una vuelta rápida a la normalidad. Todo en menos de medio segundo.

Hasta aquí podría parecer uno de tantos eventos curiosos que salpican la rutina de quienes miran las estrellas. Pero lo que hace especial a estos pulsos es que no hay explicación sencilla para ellos. No son fallos del instrumento, porque el destello se registró de forma consistente en varias longitudes de onda. No hay rastro de interferencias comunes como aviones, satélites o meteoros. Tampoco parecen ser variaciones intrínsecas de la estrella, que es estable y sin actividad conocida de ese tipo. Y para terminar de rizar el rizo, una revisión de los datos archivados sacó a la luz un evento prácticamente idéntico ocurrido en 2019 en otra estrella famosa: 51 Pegasi, la primera estrella con un exoplaneta descubierto.

Así que tenemos ya tres eventos con pulsos génemos, en tres estrellas distintas, separados por años. En todos los casos, los pulsos vienen de estrellas del tipo solar, y en todos, el perfil de luz es tan similar que parece copiado y pegado. La hipótesis más razonable, dentro del mundo natural, es que algo esté pasando brevemente entre nosotros y la estrella, bloqueando parte de su luz. Pero si eso fuera así, el objeto eclipsante tendría que estar cerca, muy cerca: probablemente dentro de nuestro propio sistema solar. Y eso, a su vez, plantea más preguntas que respuestas.

Entre las propuestas que se barajan, está la posibilidad de que se trate de un objeto con un borde afilado cruzando la línea de visión, produciendo efectos de difracción. La luz, al rozar ese borde, podría generar las peculiaridades observadas. Pero de ser cierto, hablaríamos de un objeto sin identificar orbitando en el vecindario solar. Otra alternativa aún más aventurada sugiere que podría tratarse de una forma de modulación de la luz provocada por alguna tecnología exótica… aunque todos coinciden en que esto, por ahora, suena más a ficción que a ciencia.

El propio Stanton es prudente. Su estudio, publicado en una revista revisada por pares, no afirma haber detectado vida inteligente. Solo presenta un fenómeno curioso, real, repetido y hasta el momento inexplicado. En palabras de Seth Shostak, del SETI Institute, «si alguien quisiera comunicarse, uno esperaría un mensaje, no dos fogonazos vacíos». Aunque eso sí, también recuerda que los primeros púsares fueron confundidos con señales alienígenas, y eso no impidió que el descubrimiento abriera una nueva era de la astrofísica.

Por ahora, la estrella HD 89389 y sus misteriosos latidos de luz seguirán siendo vigilados de cerca. El hallazgo ha reactivado el interés por el SETI óptico, y más de un telescopio está ya apuntando hacia estrellas similares. Si estos pulsos vuelven a aparecer y se captan desde múltiples ubicaciones, podríamos por fin despejar el misterio. Hasta entonces, no diremos que son aliens… pero tampoco dejaremos de mirar.