Coches eléctricos. Un peligro innecesario

En los últimos meses, varias ciudades chinas han comenzado a prohibir el aparcamiento de coches eléctricos en parkings subterráneos. Aunque esta medida no responde a una directriz nacional, su aplicación en provincias como Zhejiang ha generado titulares en todo el mundo y ha avivado un debate importante sobre la seguridad de los vehículos eléctricos, especialmente en espacios cerrados. Pero ¿es esta preocupación exagerada o hay razones fundadas para actuar con cautela?

La decisión de algunas autoridades locales chinas se apoya en una serie de incendios registrados en garajes bajo tierra, donde vehículos eléctricos han ardido de forma repentina y con consecuencias graves. La clave del problema está en las baterías de iones de litio, el corazón de estos coches. Estas baterías son muy eficientes en cuanto a densidad energética, pero también son susceptibles a un fenómeno conocido como fuga térmica: cuando una celda se sobrecalienta o se daña, puede inflamarse y desencadenar una reacción en cadena que afecta al resto de celdas. Esto puede provocar incendios intensos, con llamas que superan los 1.000 °C y que son extremadamente difíciles de extinguir.

A diferencia de un coche de combustión, que generalmente se apaga con espuma o con agua en pocos minutos, un coche eléctrico puede requerir horas e incluso días para ser completamente apagado. En algunos casos se ha optado por sumergir el vehículo entero en contenedores de agua para enfriar la batería y evitar reigniciones. Esta complejidad convierte un aparcamiento subteráneo en un entorno especialmente hostil para este tipo de incidentes.

El riesgo no es solo para el vehículo que arde. Si hay coches de combustión aparcados cerca, el calor extremo puede afectar sus sistemas de combustible, fundir componentes, liberar gasolina o diésel y generar nuevas explosiones. El incendio se transforma en un efecto dominó, donde cada nuevo coche incendiado añade combustible al desastre. Y todo esto sucede en un espacio cerrado, con mala ventilación, donde el humo tóxico se acumula rápidamente y dificulta tanto la evacuación como el acceso de los bomberos.

El otro gran motivo de preocupación es la estructura del edificio. El hormigón armado, aunque resistente, tiene límites. A partir de los 300-400 °C empieza a perder resistencia, y por encima de los 600-700 °C el acero interno puede deformarse, expandirse y romper el recubrimiento de hormigón. Si el calor se mantiene durante mucho tiempo, se compromete la estabilidad del aparcamiento y, en casos extremos, la del edificio entero. No es habitual que se produzcan colapsos por un solo coche ardiendo, pero si el incendio se propaga y no se controla, el daño estructural puede ser significativo y costoso de reparar.

Esta situación ha llevado a varios países a revisar sus normativas. En algunos municipios noruegos, por ejemplo, también se han planteado restricciones temporales, y en Alemania ya se están adaptando los sistemas de detección y extinción de incendios en garajes para tener en cuenta estas nuevas amenazas. En China, mientras tanto, algunos hoteles, centros comerciales y edificios de oficinas han optado por la vía más directa: prohibir la entrada de vehículos eléctricos a sus garajes subteráneos, al menos hasta que existan garantías suficientes de seguridad.

Esto no significa que los coches eléctricos sean más propensos a incendiarse que los de gasolina. De hecho, los datos indican que arden con menos frecuencia. Pero cuando lo hacen, el tipo de incendio es tan distinto, tan difícil de contener y con un potencial destructivo tan grande, que se entiende perfectamente la preocupación de quienes gestionan infraestructuras críticas. La tecnología avanza, pero la adaptación de los espacios donde vivimos y nos movemos a veces no va tan rápido como debería.

  • La estadística del último párrafo es errónea.
    No es que los coches eléctricos ardan con menos frecuencia, es que en proporción de número de vehículos su número es infinitamente inferior, su uso es infinitamente menos intenso, y los años y kilómetros están muy por debajo a los vehículos térmicos.

    Es similar a la afirmación de que viajar en avión es mucho más seguro que hacerlo en automóvil.
    No es que los aviones se averien menos o tengan menos accidentes, es que en proporción el número de aviones y el número de vuelos es infinitamente inferior al de los coches. Pero si se iguala en número la estadística se rompe, como podemos ver ahora que al aumentar el número de vuelos aumenta el número de accidentes aéreos.

  • Buenas Carlos. Lo de que el avion es más seguro que el coche no es por el número de vuelos. Es porque el número de accidentes por km recorrido es el menor. Según esa misma manera de calcularlo, el Shuttle era más seguro que un avión. Pero yo no me habría subido a uno ni loco.

  • @ lamentira:
    Es que esa estadística es errónea.

    Es como decir que estadísticamente las mujeres tienen menos accidentes de conducir que los hombres. Y es que conducen muchas menos mujeres, si se igualará entrarían los factores de probabilidad de riesgo para todas, que no afecta a las que no conducen. Pues con los aviones y coches eléctricos lo mismo
    Date cuenta que el mantenimiento y revisiones de un avión es muchísimo mayor que la de un coche. No es que sea más seguro, si no al revés, es más peligroso



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