Lidl: o aceptas la extorsión, o te hundimos
En los últimos meses, la carne de pollo se ha convertido en el centro de una polémica que afecta directamente a Lidl, una de las principales cadenas de distribución en España.
Todo comenzó el junio pasado con la difusión de un informe elaborado por el Observatorio de Bienestar Animal (OBA), una organización que en su momento ya había sido protagonista de campañas similares. Según el documento, un preocupante 71% de las muestras de pollo analizadas en Lidl España contenía bacterias resistentes a antibióticos. No se mencionan estudios sobre otras cadenas de supermercados, lo que pone en cuestión la representatividad de los resultados, y la intención de las conclusiones. La mayoria de medios de izquierdas se hicieron eco de esta noticia.
El estudio, que se llevó a cabo en varios países europeos como Alemania, Italia y Reino Unido, incluyó un total de 142 muestras, de las cuales apenas 24 fueron tomadas en España. Estas cifras han servido de base para lanzar una crítica directa contra Lidl, alegando que sus productos presentan un riesgo para la salud pública. Sin embargo, expertos en seguridad alimentaria como Gemma del Caño han señalado que, aunque es cierto que la carne de pollo puede contener bacterias, estas se eliminan con una cocción adecuada, minimizando el riesgo para el consumidor. Además, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) no ha emitido ninguna alerta sanitaria al respecto, lo que refuerza la idea de que estas acusaciones podrían estar sobredimensionadas.
Recientemente esta red de extorsión llamada OBA, ha vuelto a la carga, denunciando la presencia de estrías blancas o bandas de grasa en la carne de pollo de Lidl, especialmente en las pechugas. Este fenómeno, conocido como white striping, es una consecuencia directa del crecimiento acelerado al que son sometidos los pollos en las granjas intensivas. Aunque visualmente puede resultar poco atractivo, no supone un riesgo sanitario, pero sí pone en debate las prácticas de producción intensiva en la industria avícola.
En el trasfondo de esta campaña se encuentra el Compromiso Europeo del Pollo (ECC), una iniciativa impulsada por organizaciones animalistas de izquierda que buscan imponer estándares más estrictos de bienestar animal en las granjas. Entre los objetivos del ECC se encuentran la reducción de la densidad de aves, el uso de razas de crecimiento más lento y la mejora en las condiciones de iluminación y ventilación. Aunque estas medidas apuntan a mejorar la calidad de vida de los animales, también tienen un impacto directo en el coste de producción, lo que inevitablemente se traducirá en un aumento del precio por kilo de pollo para los consumidores.
El ECC se enmarca dentro de la agenda 2030, una hoja de ruta que, entre otros objetivos, busca fomentar prácticas más sostenibles en la industria alimentaria. Sin embargo, algunos críticos consideran que detrás de estas iniciativas se oculta un interés ideológico que pretende modificar los hábitos alimenticios de la población, alejándonos del consumo de carne para orientarnos hacia dietas basadas en verduras y proteínas alternativas, como las harinas de insectos.
Tras semanas de presión mediática y protestas por parte de grupos animalistas, Lidl ha decidido ceder parcialmente. La cadena ha anunciado que implementará de manera gradual algunas de las medidas propuestas por el ECC, asegurando que lo hará sin comprometer la calidad y seguridad de sus productos. Este compromiso representa un paso importante en el debate sobre el bienestar animal, pero también abre interrogantes sobre el futuro de la producción avícola y el impacto que estas decisiones tendrán en el bolsillo de los consumidores.
Si finalmente los estándares de producción europeos en la producción de pollo se ajustan a los requerimientos de estos grupos animalistas, el precio del pollo se puede multiplicar por 4, haciendo estos alimentos inaccesibles para la mayoría del público, que actualmente consume pollo porque es la carne más barata del mercado. La producción bajará enormemente, ya que la demanda se reducirá, y puede que incluso desaparezcan las granjas de cria actuales.
¿Y qué creeis que ocurrirá? ¿Que los pollos se criarán felices retozando en campos abiertos comiendo pienso de la máxima calidad? No. Desaparecerán y su puesto en los mercados serán ocupados por pollos marroquies, criados entre heces y orines humanos, contaminados de hepatitis y otras enfermedades. Los animalistas europeos, son tan listos…
Esteban
4/12/24 19:53
Pues preparate, o pollos sidosos de marruecos o gusanos de granjas ecosostenibles.
Porque ahora tus queridos ppsoes están empeñados en hacer un tunel España marruecos para transporte ferroviario de personas y mercancías. Que bien van a venir a España los tomates de Federico.