¿Vida en el asteroide Bennu? La bacteria que viajó desde la Tierra
En 2016, la NASA lanzó la misión OSIRIS-REx con el objetivo de estudiar el asteroide Bennu, un cuerpo celeste que orbita cerca de la Tierra.
Bennu fue elegido por ser uno de los asteroides más antiguos y primitivos del sistema solar, lo que lo convierte en una cápsula del tiempo ideal para investigar las condiciones que existían en los primeros días de la formación planetaria. La misión tenía un propósito ambicioso: no solo explorar el asteroide, sino también recolectar una muestra de su superficie y traerla de vuelta a la Tierra para su análisis.
Tras cuatro años de viaje, OSIRIS-REx llegó a Bennu en 2020 y comenzó un estudio detallado de su superficie. El momento culminante se produjo en octubre de ese mismo año, cuando la sonda descendió lentamente hacia el asteroide y, en una maniobra cuidadosamente planificada, tocó la superficie durante unos segundos para recolectar muestras de polvo y fragmentos. Este material fue almacenado en un contenedor sellado para evitar la contaminación y luego asegurado en la cápsula de retorno de la nave.
En 2021, OSIRIS-REx inició su viaje de regreso a la Tierra, transportando en su interior las muestras recolectadas. Finalmente, en septiembre de 2023, la cápsula aterrizó de manera segura en el desierto de Utah, donde fue recuperada por un equipo de científicos y trasladada a un laboratorio especializado de la NASA para su análisis. Los investigadores comenzaron a examinar el contenido con la esperanza de encontrar pistas sobre los elementos que habrían estado presentes en la formación de nuestro sistema solar.
La llegada de las muestras generó una gran expectación, y no tardaron en surgir titulares que aseguraban que se había encontrado vida bacteriana en el material procedente de Bennu. La idea de descubrir vida extraterrestre, incluso en su forma más simple, captó la atención de muchos medios y del público en general. Sin embargo, las investigaciones iniciales pronto arrojaron luz sobre la verdadera naturaleza del hallazgo.
El análisis detallado reveló que las bacterias identificadas en las muestras no provenían del asteroide, sino que eran resultado de una contaminación terrestre. Durante el proceso de recolección, transporte o incluso en el laboratorio, es posible que microorganismos presentes en la Tierra se hayan introducido accidentalmente en las muestras. Este tipo de contaminación es una preocupación constante en misiones espaciales, ya que puede dificultar la identificación de compuestos o formas de vida que podrían haber estado presentes en el entorno original.