El gas olvidado que está acelerando el cambio climático: las alarmantes cifras del metano en 2023

El aumento de los niveles de metano en la atmósfera ha llegado a un punto crítico, revelando una amenaza inminente para los esfuerzos globales de mitigación del cambio climático. El metano, a menudo considerado como el primo menos mencionado del dióxido de carbono, es un gas de efecto invernadero con un poder mucho mayor para atrapar el calor en los primeros años tras su liberación. Aunque su vida en la atmósfera es más corta que la del CO₂, su impacto a corto plazo es casi 90 veces más potente. Por lo tanto, cualquier incremento en sus niveles representa un serio peligro para el equilibrio climático del planeta.

Los datos más recientes, publicados hace unos días por la Agendia Espacial Europea, revelan que las concentraciones atmosféricas de metano alcanzaron un récord de 1,923 partes por mil millones en 2023, un nivel 2,6 veces mayor que en la era preindustrial. Estas cifras no solo marcan un hito preocupante, sino que confirman que el aumento de las emisiones de metano se está acelerando a un ritmo alarmante, particularmente debido a las actividades humanas.

El estudio desglosa los sectores clave responsables de esta tendencia. La agricultura, con su producción masiva de ganado y arrozales, sigue siendo la principal fuente de emisiones de metano, contribuyendo con alrededor del 40% de las emisiones antropogénicas. Sin embargo, los combustibles fósiles no se quedan atrás, representando el 34%, mientras que la gestión de residuos añade un 19%. El metano, liberado a través de la explotación de carbón, petróleo y gas, y la descomposición de residuos orgánicos en vertederos, es ahora un reflejo de cómo las actividades humanas están alterando irreversiblemente el equilibrio natural del planeta.

A nivel regional, la situación es desigual. Mientras que la Unión Europea y Australia han logrado reducciones significativas en sus emisiones, países como China, India y Brasil han visto un crecimiento considerable, impulsado por el auge en la minería de carbón y la extracción de petróleo y gas. En estas regiones, la intensificación de las actividades industriales, combinada con un crecimiento económico acelerado, ha provocado un aumento desmesurado en las emisiones de metano, contribuyendo significativamente al calentamiento global.

Además, el estudio ha identificado una faceta inquietante: la influencia humana en fuentes de metano que tradicionalmente se consideraban naturales. Por ejemplo, los embalses construidos por humanos están emitiendo cantidades masivas de metano debido a la descomposición de la materia orgánica sumergida. Este tipo de emisiones, que antes no se contabilizaban plenamente, ahora representan una fracción importante de las emisiones totales de metano. Las investigaciones sugieren que aproximadamente un tercio de las emisiones de humedales y aguas dulces han sido intensificadas por factores humanos, como el uso de fertilizantes, la contaminación por aguas residuales y los cambios en el uso de la tierra.

Lo más alarmante es que, según las proyecciones, si las emisiones de metano continúan en esta trayectoria, podríamos estar enfrentando escenarios de calentamiento global por encima de los 3°C para finales de siglo. Este nivel de calentamiento tendría consecuencias devastadoras para los ecosistemas y las sociedades humanas, alterando los patrones climáticos, elevando el nivel del mar y desencadenando eventos climáticos extremos con mayor frecuencia.

El metano, aunque a menudo eclipsado por el protagonismo del dióxido de carbono en las discusiones sobre el cambio climático, es una pieza clave en el rompecabezas del calentamiento global. Los compromisos globales, como el Global Methane Pledge, buscan reducir las emisiones en un 30% para esta década, pero las cifras actuales muestran que estamos lejos de alcanzar ese objetivo. La brecha entre los esfuerzos prometidos y la realidad es cada vez mayor, y sin intervenciones drásticas, este gas seguirá siendo un impulsor principal del cambio climático en los próximos años.

  • Si lo dice la agencia espacial europea, me lo creo. Porque todo lo que señala como culpable es justo lo que la agenda 2030 se quiere cargar.
    A ver si mañana se inventan otro estudio cogiendo los datos como les da la gana de la epoca preindustrial que diga que es más eco sostenible hacer ayunos intermitentes. Que los pobres son muy eco.



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