El asteroide que nos visitará en Halloween

El pasado 10 de octubre el observatorio F51 de la red Pan-STARRS (Haleakala, Hawái, USA) detectó un asteroide desconocido hasta ese momento. Se le asignó el código 2015 TB₁₄₅. Tiene 400 metros de diámetro y se mueve aproximadamente a 32 km/s. Su paso más cercano a la tierra ocurrirá el próximo 31 de octubre a las 17:05 UTC, festividad de Halloween, por lo que ya se le conoce como “el asteroide calabaza”.

La mínima distancia que nos separará es superior a la distancia entre la Tierra y la Luna, por lo que el próximo 31 lo único que tendremos que temer es que los niños de los vecinos nos puedan quemar el timbre de la puerta pidiendo golosinas.

Pero lo que sí que preocupa un poco es que un asteroide tan grande (400 metros) no se haya podido observar hasta solo 20 días antes de su aproximación máxima a nuestro planeta.

“No es un asteroide tan grande”, podríais pensar. Pero sí que lo es. ¿Qué pasaría si en vez de pasar a una distancia de seguridad hubiésemos detectado que sigue una ruta de colisión? ¿Qué consecuencias podría tener el impacto de un asteroide así? Pues veámoslo.

La Universidad Purdue de Indiana tiene en su sitio web un calculador del efecto de uno de estos impactos. Los datos introducidos son los siguientes:

• – Diámetro: 400m
• – Densidad: 3.000 kg / m3 (un valor medio)
• – Angulo de impacto: 45º (un valor medio)
• – Velocidad: 32 km/s
• – Suelo en la zona de impacto: sedimentario
• – Distancia a la zona de impacto 35 km

Pensemos en una zona de impacto. Por ejemplo, al azar, digamos… la fuente de Canaletas. Y la zona de observación, una terraza al aire libre de Sitges (35 km en línea recta). Al entrar a la atmósfera, el asteroide empezaría a romperse a una altitud de 64 km, llegando al suelo dividido en varias partes de menor tamaño. El impacto liberaría una energía de 3.000 Megatones (150.000 bombas de Hiroshima), creando un cráter de  7 km x 9 km y 600 metros de profundidad.

Después de un minuto y medio, los restos lanzados a la atmósfera por el impacto empezarían a caer a nuestra mesa en la terraza de Sitges. Su tamaño: entre medio metro y casi un metro de diámetro. Puede parecer aterrador, pero para cuando esos restos cayesen, la onda térmica no habría dejado ya mucho de nosotros. Un cuarto de segundo después de ver una bola de fuego de 48 veces el tamaño del sol, nos expondríamos a una irradiación térmica de 18.600 KJ/m2, provocando que ardiesen las ropas y la vegetación, y manteniéndose a este nivel durante minuto y medio.

Los restos de nuestras cenizas, si es que no han sido machacadas por la caída de uno de esos pedruscos, serían vaporizados por la onda expansiva que llegaría casi dos minutos después del impacto con una velocidad de 350 m/s. Esta misma onda derribaría paredes, rompería cristales y provocaría el colapso de puentes.

Parece una película de miedo ¿verdad? Muy propicio para ser contado en una noche Halloween. Pero no ocurrirá en esta ocación.