Raymond Rogers y la Sábana Santa (II). Un remiendo totalmente invisible.
Por David Mo.
De todas las cosas fascinantes que envuelven la “sindonología”, una de las más asombrosas es cómo se crea la leyenda de una entidad absolutamente invisible y se la convierte en teoría “científica”. No hace falta leer el artículo de Bunge al que hacía referencia en la postal anterior para saber que toda entidad científicamente postulada ha de ser observable o derivarse de fenómenos observables (1978: 23). Pero el Dr. Heimburger, destacado “sindonólogo”, puede afirmar que «nadie ha encontrado ni traza de remiendo en el lienzo, pero eso no quiere decir que no exista» y quedarse tan pancho. (“…nobody ever could find a trace of repair in the Raes/radiocarbon sample. This is true but does not mean that it does not exist”. (Antonacci et allia, 2005: 13). Que alguien que publica en papeles “científicos”, colabora en congresos “sindonológicos” y mantiene un blog que se llama “El sudario y la ciencia” (Le suaire et la science), escriba semejante enormidad es un buen indicio de cómo están las cosas. Porque téngase en cuenta que no estamos hablando de entidades teóricas de difícil localización. No hablamos de partículas subatómicas, campos de fuerza o materia oscura en una galaxia lejana. Hablamos simplemente de un remiendo de tela hecho por manos humanas con hilos corrientes (de lino o algodón) en una tela corriente.
En realidad, los autores que postularon la existencia de un remiendo en la tela creían que era visible y bien visible. La teoría fue lanzada por dos “sindonólogos”, Sue Benford y Joe Marino, para explicar cómo era posible que la datación de carbono 14 hubiera enviado la tela del Santo Sudario a la Edad Media. Armados con fotografías de la muestra de 1988 -no demasiado precisas según lo que se ve en sus artículos-, encontraron algunos expertos e industriales del remiendo que “fácilmente” detectaban zurzidos en la tela. El Dr. Whanger, otro “sindonólogo” experto en ver monedas, flores e inscripciones en el lienzo de Turín, también comunicó que se veía algo que no casaba. Y para colmo, cuando escribieron un e-mail a un experto textil, Thomas P. Campbell, del Metropolitan Museum, éste les respondió que “los tejedores del Renacimiento eran magos” (2002: 11). Naturalmente, frase tan elíptica se puede entender como a uno o una le dé la gana. Pero Benford y Marino se la tomaron como una prueba i-rre-fu-ta-ble de que en la zona de la que se extrajo la muestra de la datación de carbono 14 había un remiendo, que había pasado desapercibido a los expertos textiles que examinaron microscópicamente durante horas el lugar escogido para el recorte. Aunque el Sr. Campbell fue incapaz de proporcionarles un ejemplo de ese remiendo tan invisible que se ocultaba tan mágicamente a ojos expertos, esto no fue obstáculo para que ellos calcularan, un poco a ojo, por donde iba el zurcido para que los fragmentos que se repartieron a los laboratorios dieran la proporción exacta de tejido antiguo y tejido nuevo que resultara en el siglo XIV. La Fortuna sonríe a los audaces, debieron pensar.
La cosa no resultó fácilmente tragable, ni siquiera para los propios sindonistas, hasta que entró en liza el Jinete Solitario de la “sindonología”, Raymond Rogers. (Cfr. parte I). En principio desconfiado, según dice él, Rogers realizó una serie de análisis que en una tarde le convencieron de que Benford y Marino tenían razón. Meteórica celeridad para desenfundar la de este hombre. El caso es que, observando con microscopio y haciendo unos cuantos tests, se convenció rápidamente de que la composición de los hilos de la muestra de la datación (o que él decía que eran tales) y los de Raes (o los que llamaba así), eran diferentes de los que había extraído en 1978. Es más, en las fotos ultravioleta que hizo el STURP, se veía claramente que había una zona más oscura aproximadamente en el área de donde se había extraído los fragmentos para la datación de 1988. Benford y Marino tenían razón: allí había un remiendo invisible, que podía escapar incluso a ojos expertos.
La noticia fue aireada por todo lo alto. Y todavía continúa siéndolo. Para los sindonistas de todo pelaje, esta es la prueba científica de que la datación de 1988 no es concluyente: se hizo bien, pero sobre un mal trozo de tela. (Nótese como la “sindonología” trata de salvar las apariencias: sólo los insensatos pueden pensar que tres de los mejores laboratorios del mundo hacen mal una prueba de datación, luego el fallo hay que buscarlo en otra parte, no pensar que no hay ningún fallo). La idea, sin embargo, no fue recibida con el mismo entusiasmo por algunos críticos. Incluso “sindonólogos” reputados como Mark Antonacci o Ian Wilson no la veían nada clara. Aducían estos críticos que un remiendo era incompatible con el hecho de que en las microfotografías que el STURP había tomado en 1978 no se viera rastro de retoque o con que los análisis de la tela que Gilbert Raes había hecho demostraran su homogeneidad con el resto (contrariamente a lo que sugería Rogers). Pero la teoría del remiendo invisible quedó francamente tocada cuando en 2002 se realizó una restauración de la tela, se levantó por primera vez desde el siglo XVI el forro que cubría la parte posterior y esta se escaneó microscópicamente. Como declaró Mechthild Flury-Lemberg, la restauradora encargada de la faena, allí no había nada. Las manchas que Rogers decía ver en las fotos ultravioleta no eran más que efectos ópticos.
Pero Benford y Marino no se dieron por vencidos. Poco después de las declaraciones de Flury-Lemberg hicieron público en una conferencia de “sindonología”, un testimonio de nuevo i-rre-fu-ta-ble: las declaraciones de un industrial del remiendo textil, Mr. Ehrlich, que afirmaba tajantemente que la Sra. Flury-Lemberg desconocía una técnica de los tejedores renacentistas que podía hacer absolutamente invisible un remiendo. El “entretejido francés” o “French Weaving”. Naturalmente, en su empresa se hacía. La técnica consiste en extraer hebras de otra parte del tejido e ir entrelazándolas pacientemente con los restos del orificio hasta taparlo. Una técnica bastante cara, dicho sea de paso.
Sin embargo, algún tiempo después, Flury-Lemberg contraatacó. Las afirmaciones de Mr. Ehrlich no eran más que reclamos publicitarios (2007: 3). Si bien en tapicerías o tejidos gruesos es posible hacer una reparación que resulte invisible (al menos por la parte delantera), en tejidos ligeros como el lino tal cosa es imposible. Los dos expertos que analizaron el lienzo en 1988 se habrían apercibido inmediatamente.
En este punto, los sindonistas suelen plantear la cuestión como palabra contra palabra: Ehrlich vs. Flury-Lemberg. Match nulo y puerta abierta a las especulaciones de Rogers. Mala manera de plantear el debate.
NOTA: La bibliografía será añadida tras la última entrega de este serial.
lamentira
17/03/12 01:35
Joan
17/03/12 04:23
Artículo tan delicioso como el anterior. Mis felicitaciones!
edgar
17/03/12 04:48
Buen articulo david! la foto de Sue Benford y Joe Marino demuestra que !como sea! tenian que mantener el mito de la sabana para vender su religión.
No se david si estés dispuesto a participar en uno de los programas de España de «tras los limites» «dimensión cero» «dimensión limite» si te interesa te puedo contactar con ellos, ya que seria de gran valor tener un programa de la sabana con tu intervención.
tu me dirás…
David Mo
17/03/12 08:38
Edgar:
Sin problemas. Puedo decir algunas cosas. Creo que la exposición sobre la Sábana que está ahora en Málaga será itinerante, así que el tema estará de actualidad más de una vez.
edgar
17/03/12 10:15
@ David Mo:
!Bien! entonces vamos hacer esto.
Por favor envíame tu correo al mio (todo junto)
reptilianoescepticomx @ gmail. com
Mientras tanto a los responsables de los programas les enviare las dos entradas. posteriormente si me solicitan tu correo se los paso y allí arreglan detalles sobre el tema ¿si?.
lamentira
17/03/12 10:36
Compartid luego el podcast con el resto